El coronavirus no discrimina entre sus víctimas. Prueba de ello es que el conocimiento que se tenga de la enfermedad no indican inmunidad ni mucho menos. De hecho, los médicos son los más afectados por la enfermedad que azota al mundo.
Un caso conmociona a la opinión pública de los Estados Unidos. Murió la experta en coronavirus Rebecca Shadowen. La doctora, de 62 años, había sido diagnosticada con Covid-19 hacía cuatro meses. La especialista de la salud fue una de las más férreas defensoras del uso de la mascarilla como mecanismo de defensa contra la circulación del virus.
El nombre de Rebecca cobró notoriedad durante los meses de marzo y abril, en la primera fase de la pandemia en los Estados Unidos. Se destacó en las redes sociales y en algunas participaciones televisivas con mensajes cuyo propósito era advertir a la ciudadanía acerca de los cuidados higiénicos. Lavado de manos, uso de alcohol en gel, distanciamiento social y, sobre todo, el empleo de las mascarillas.
“Si pudieras salvar la vida de otra persona sin dañar la tuya, ¿lo harías? Esto no es política, esto es ciencia”, solía decir Shadowen. Oriunda de Bowling Green, en Kentucky, su anhelo era que su ciudad se convirtiera en ejemplo para el resto de las ciudades de su país, especialmente cuando el presidente Donald Trump no parecía del todo preocupado ante el alarmante aumento de contagios en Estados como Nueva York y Florida.
Pese al avance de la enfermedad, la doctora nunca renunció a su puesto al frente del Grupo de Trabajo del Coronavirus del Condado de Bowling Green-Warren. En mayo fue diagnosticada positiva por Covid-19. Pese a haber dado positivo, siguió aportando su tiempo y su energía desde su domicilio, adonde se encontraba aislada.
“Hubo muchas ocasiones en las que pensamos que estaba en el camino de la recuperación”, declaró su esposo, David. Es que Rebecca cursó la enfermedad con altibajos. Llegó a necesitar un respirador ante los dolores pulmonares y la falta de aire.
La mujer de 62 años murió el 11 de septiembre en su casa, acompañada por sus hijos y su marido. La causa de la muerte fue un sangrado abdominal producido por debilidades pulmonares. Su familia también cursó el virus, aunque con síntomas leves.
“Ella dijo: ‘Todos tenemos una responsabilidad’. Mi papel es importante, pero no más importante que el de los demás”, declaró Dennis Chaney, vicepresidente de servicios auxiliares de Bowling Green.
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