Día de los Muertos 2022: ¿Cuál es el origen de está tradición?

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Se acerca el 1 de noviembre y el país Azteca se prepara para recibir de manera especial, como todos los años, el Día de Muertos.

En esta tradicional fiesta, es costumbre de los mexicanos recordar a todos sus seres queridos fallecidos. El 1 de noviembre recuerdan a sus niños, y el 2 de noviembre a las personas adultas.

Las casas se visten de flores de cempasúchil, calaveras, y además preparan el pan de muerto, la sal, el agua y las veladoras encendidas, para que las almas de sus seres queridos regresen al hogar, y compartan esta fecha en familia. Las calles, caminos y senderos de cada rincón de México también se preparan con papel picado de vistosos colores, como símbolo de alegría, y para que sus muertos no pierdan el camino de regreso al que fue en vida su hogar.

De acuerdo El País, el 7 de noviembre de 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró el Día de Muertos en las comunidades indígenas mexicanas Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad y aunque muchos consideran que el pasado prehispánico influyó en demasía en la tradición del Día de Muertos, en realidad esta celebración es un ejemplo del sincretismo latente entre la cultura hispana y prehispánica.

¿Cómo nació el “Día de los muertos”?

Los orígenes de esta tradicional festividad, se remonta a la época prehispánica, cuando los aborígenes mexicanos rendían culto a la muerte en los últimos días del mes de octubre, y en los primeros del mes de noviembre.

Según el portal Porfirios, la muerte era concebida como el inicio del viaje hacia el Mictlán (lugar de los muertos), en el cual el alma del difunto debía atravesar diversos obstáculos hasta llegar con Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y Mictecacíhuatl (señora de los muertos). Al llegar con los dioses del Mictlán, se les debía hacer una ofrenda para así conseguir el descanso eterno.

Dice El País, que los indígenas concebían a la vida y la muerte como un concepto dialéctico, y que de acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, los antiguos decían que cuando morían no perecían, sino que de nuevo comenzaban a vivir. La muerte era parte de un ciclo constante.

De hecho el Gobierno de México, indica que el Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.

Del mismo modo que los indígenas mexicanos concebían la muerte, así mismo concebían la labor de la siembra: un ciclo en el que debían cosechar los frutos para volver a sembrar. Temían que durante estos meses la siembra muriera pues era un tiempo de transición entre la sequía y la abundancia. El final del ciclo del maíz. En la mayoría de las regiones mexicanas este es el momento de la cosecha. Para continuar el ciclo, se buscaba compartir con los ancestros el fruto de la siembra. Era un ritual de vida y muerte en el que presentaban sacrificios y ofrendas (por lo general cacao, dinero, cera, aves, frutas) para que la sementera creciera nuevamente. Informa el país.

El aporte de los españoles a la festividad

En la actualidad, la festividad es una mezcla de costumbres ancestrales tanto de los aborígenes mexicanos, como de los españoles que llegaron a estas tierras para conquistarlas. Ejemplo de ello, es que en la celebración del día de los muertos, se incluye la cruz en los altares, en donde se enciende una vela por cada uno de los familiares que trascendió al más allá.

La doctora en Estudios Mesoamericanos, historiadora y profesora del Colegio de Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México, Noemí Cruz Cortés, explica de acuerdo con Las Naciones Unidas, que es una fiesta eminentemente mestiza.

La historiadora señala que la tradición del Día de Muertos llegó a México en el siglo XVI, con los conquistadores españoles, quienes practicaban un ritual de la Europa cristiana medieval que consistía en poner una mesa con flores y comida para alimentar a los que ya se habían ido.

“Debemos recordar que la España medieval era muy pobre, atacada por muchas epidemias y que la muerte era una cuestión constante. Entonces, ese altar de muertos, con flores y comida, los españoles lo traen a la Nueva España y lo empiezan a introducir como un culto con los pueblos prehispánicos, un culto ya propiamente sincrético”, subrayó.

Cuando llegaron los españoles, en la región central de México, los pueblos Nahuas, entre los que se contaban los aztecas o mexicas, celebraban las festividades y rituales de las cosechas de finales de octubre a mediados de noviembre, fechas que coincidían con el Día de Muertos católico.

Así, poco a poco, los españoles fueron introduciendo el altar que ellos ponían a sus difuntos para sustituir las fiestas de las cosechas.

“Y con el paso del tiempo, ya en los años coloniales, se le fueron agregando elementos propios de la región, por ejemplo, la flor de cempasúchil, que no tenía nada que ver con los muertos, sino que era una flor dedicada al dios de la guerra, Huitzilopochtli”, apuntó Cruz Cortés.

La imposición del catolicismo condujo a un sincretismo que permitió el arraigo de esa religión y fue confinando las prácticas originarias.

“Como recurso de evangelización muy practicado en el México prehispánico y otros lugares del mundo, se tomaba un poco de las tradiciones de los pueblos originarios y se les mezclaba con las tradiciones que traían los sacerdotes cristianos.”

Finaliza Nohemí Cruz Cortes, diciendo que la secular historia del Día de Muertos se reinterpreta constantemente. Al igual que las lenguas, creencias y tradiciones, la celebración del Día de Muertos cambia infatigablemente. Es una tradición viva.

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